Filomena es una jirafita de peluche con alma, o una jirafita con alma de peluche.

La elegí, o nos elegimos mutuamente, allá por el mes de julio de este año. Sabía que no tenía que estar sola, ni ella ni yo, ni ella como jirafita, ni yo como soñadora. Entonces le elegí compañera: Gabrielle.

Filomena, como todos, tiene algunos defectos. Es renga -su patita derecha es más larga que la izquierda-, y no tiene precisamente cuello de jirafa, por eso es que se identifica un poco más con nosotros los humanos.

Filomena y yo tenemos algunas cosas en común y otras no tanto. Ambas disfrutamos juntas el otoño tardío, cuando vimos un colchoncito de hojas secas en una esquina allá por amenabar. Ella gusta de cruzar las calles por la senda peatonal. Yo soy más desordenada. Le gusta la luz, parece. Y también le gustan las fotos. Ambas conocimos a Matías el mismo día, y creo que ninguna de las dos se imaginó lo que eso iba a significar (aunque Filomena es muchísimo más intuitiva que yo).

A veces me acompaña adonde voy, y otras veces camino sola. Ayer la encontré sobre mi escritorio sentadita bajo el velador.